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PARA AZAZEL

Pitou pasó los siguientes días entrenando con Ivanov acerca de sus reflejos, con el tiempo aprendió a predecirla, pero no lo suficientemente rápido considerando que entrenaba para desquitarse... 

Con cierto sudor en su ropa deportiva, escucha que alguien toca... No dice nada, solo va hacia la puerta con un semblante imperturbable, la abre y se queda inclinada en la puerta.

—Respuesta equivocada, y sigues haciendo eso... Vienes a disculparte asumiendo tu error pero lloras como un niño al hacerlo. 

No quiero que compensen esto con objetos, Alexander, esos no valen nada para mi.

Le dice lo que piensa, nunca tuvo ni tendrá problema con eso, y sigue molesta, no está furiosa, solo con aquella molestia que causa una basura entre los dientes.

—¿Pretendes ganar mi lástima de esa forma? Como dije, no sé si eres un predador, una presa o un parásitos... No sé si eres un hombre o un niño, Alexander. 

No le deja pasar mientras le sigue criticando, respeta un poco y recuerda las palabras de Dante acerca de algo en particular. 

—Al final te decidiste, decides venir aquí para tomar las riendas de tu vida... ¿Pero por las decisiones otros?

Por tus culpas y tus deudas...

Piensa un momento, no sabe cómo continuar con su sermón, así que solo dice lo primero que se le ocurre. 

—Tú no le debes nada a nadie, ni siquiera a mi, ni siquiera a quien sea esa mujer, ni a tus amigos o tus cámaradas. 

Así que si vas a hacer algo, no lo hagas por deuda o indecisión, hazlo por convicción. Lo que más odio, es la hipocresía, me ayudas, pero no porque quieres ayudarme, sino porque la culpa te obliga a hacerlo.

Se cruza de brazos, no sabe que hacer con él, si es que merece pasar, al final pensó en eso, y al final no le dejó pasar a pesar de que dijo que lo haría. 

—Sí un hombre no es fiel a su palabra, solo es un niño diciendo estupideces... Cada palabra que sale de su boca debe ser una promesa. 

Pero debe respaldarla con acciones, todas, pero cuando dijiste que sería la única, fuiste por alguien más.

La perdió en ese momento, y sigue sin recuperarla ni la va a recuperar después de mucho tiempo, aún así, ella no le cierra la puerta aún. 

—¿Sí no te lo hubiese echado en cara, habrías continuado? No sé ni para qué pregunto cuando la respuesta es sí... 

La culpa o tus instintos o ella te habría manipulado para hacerlo sin decirme nada. Por obligación. 

Un hombre atado no es un hombre libre, es obvio, y Pitou solo ve a un esclavo de las circunstancias en él, algo en lo que no puede confiar. 

—¡Cazador o presa! Odio a los parásitos que se aprovechan de la situación, valientes para chupar sangre, cobardes para irse cuando se les acaba.

Pudiste negarte, pudiste gritar, cerrar lo labios y dientes, pero decidiste no hacerlo.

Se pone detrás de la puerta y la abre por completo, con ella al otro lado, algo lejos de esta. 

—Nunca te perdonaré o confiaré en ti siendo lo que eres ahora... Aunque... Cruza esa puerta y te convertiré en un hombre. 

Pero si dudas, por un segundo, si vas a por alguien más otra vez, si rompes tu palabra, si piensas en huir... No te atrevas a cruzar esa puerta.

Claro que si eso vuelve a pasar sin opción, Pitou matará a quien lo haya obligado a eso, pero no piensa poner sus manos al fuego por un parásito.

Perdón por tardar, tanto, pero estos hilos los tomo relajados y cuando me llega la inspiración de repente. Que no quiero darte un turno feo.