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< Kaibil
> Eduardo
Con una cinta métrica, el taxidermista empieza a tomar la longitud y anchura del cuerpo del Juan, que vale señalar, tiene todas sus heridas tratadas, limpias y suturadas.
Eduardo: Hmmmmm, nada mal, nada mal, muy fuerte. ¿Haces ejercicio a menudo? ¡Yo también! Me centro en cardio y sentadillas, hay que cuidar la figura. Ahora haz una cosa, ¿ves ese mapa del país en la pared? Veme diciendo donde se encuentra cada campamento de ustedes. Como veras, ya tenemos varios ubicados, pero mayor información nunca viene mal.
El kaibil despliega sobre una mesa cercana sus herramientas de trabajo: Sierra, cuchillo, tijeras, pinzas, taladros, etcétera.
Se escucha el chirrido de una puerta abriéndose, Eduardo detiene lo que estaba diciendo y se congela, levanta la vista, parpadea un par de veces, y corre a ver quien es. Cuando regresa tiene una sonrisa de fangirl.
Eduardo: ¡Ayyy, no me lo puedo creer! ¡La maestra vino a mi taller en persona! Uy, será mejor que me ponga más presentable, esta piel es demasiado rustica, típica de un soldado raso. La maestra se encargará de ti, porque yo tengo que ir a combatir contra tus amigos. ¡No hay manera! Es la antigüedad ¿sabes?, Ella es mi superior, y a los superiores se respeta. Seguro lo entiendes, eres un cuque como yo. El comandante me pediría cualquier cosa, ¡y yo lo haría encantado!
Corre a ponerse su delantal y prendas de trabajo. Mientas que Juan observa a una mujer llegar por el pasillo, y sonreírle con labios rojos y sensuales.
Al amanecer, varias fabricas y zonas industriales del país estallaron en miles de pedazos por cargas de C4 y dinamita. Frente los escombros de uno de esos objetivos, los kaibil tiene de rodillas y alineados a varios de los empresarios del país, y ex-políticos de la era pre-zeon (De antes de Britannia y el Principado).
Entre los kaibiles, está el mismísimo comandante de los guatemaltecos, quien supervisa la faena sin ninguna clase de amargura o pesar.
Salvador: Renieguen al mundo moderno.
Levanta la mano con lentitud.
Salvador: Abracemos las pasiones de la naturaleza y el corazón humano.
Con un aspaviento de señal, los guerrilleros proceden a fusilar a los burgueses mientras las familias de estos observan. A quien trata de meterse, lo matan también.
Salvador: Grandes metas necesitan grandes sacrificios. Gracias por colaborar con sus muertes en este hermoso sueño.
Mientras tanto, la guerra de guerrilla prosigue en el país.
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