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< Kaibil
Omega escapa por la selva panameña. Se aleja del incendio. Va por un arroyo para no dejar huellas, que la interna en un túnel natural de roca y sale por el otro lado. Bordea un jaguar. Salta un fisura terrestre. En pocas palabras lidia con las distintas adversidades que le presenta el ambiente... Hasta que alguien le pone el pie y le hacer caer al lodo. Cuando levanta la cara, tiene a dos kaibil apuntándole al rostro con sus rifles, y una decena más rodeándola.

Don: Mano, ¿es esta la de la chafa (Del ejercito) que buscábamos?

El gemelo compara a Omega con un dibujo que tiene en una hoja de papel.

Omar: De planeta que sí.

Don: Nítido. Llevemosla con los que mandan.

La levantan del suelo para llevarla a un sitio seguro.

La siguiente escena se ambienta 1 o 2 horas después de que ocurre todo el tema de Mox y su caja, la puerta del taller se abre de golpe con un manotazo.

Salvador: ¡EDUARDO!

Clama el comandante kaibil, pero de respuesta solo recibe silencio, y la mirada vacía de las obras del taxidermista. Deja su abrigo en el perchero y avanza hasta donde escucha el silbido de una tetera. En la cocina Del Carmen está preparando algo de té. Salvador toma asiento en dos de las sillas junto la mesa y espera paciente.

Salvador: Si Ed no está aquí... Significa que murió.

Del Carmen: ¿Qué comes? ¿Qué adivinas?

La señora continua dándole la espalda al comandante, ahora pasa a batir una sopa que hizo con los ojos de Juan. Salvador se rasca la barbilla.

Salvador: Una verdadera lastima. Ed era un buen muchacho, tenía claro la importancia por lo que peleamos, y era honesto. No cómo esos hipócritas pseudo-revolucionarios que en la intimidad se empapan en las mieles del capitalismo que tanto critican.

La señora prueba la sopa. Decide echarle más maíz.

Salvador: ¿Y lo que dicen de Quetzal es verdad? ¿Usaron un incendio para acorralarlo? Eso sí que fue muy inteligente. Pero no entiendo cómo se les ocurrió. Habrá que preguntarle a esa catira que está haciendo tratos con nosotros.

La señora sirve el té, y pone las dos tacitas en una bandeja.

Salvador: Una conversación no funciona si solo da es una de las partes involucradas, Dorángel.

La señora deja caer la bandeja, la porcelana se quiebra y la bebida caliente empapa el suelo de madera.

Del Carmen: ¿Cuantas veces te he dicho que no me digas así, Salvador?

El kaibil se inclina hacia atrás con la silla y levanta las manos a los lados hasta la altura de sus hombros, como diciendo Mi culpa no es. Tú no me dejaste alternativa, y Del Carmen suelta un suspiro.

Del Carmen: Ayúdame a limpiar esto. Luego de comer hablaremos de lo que quieras cuanto quieras, no antes, no durante, después.

Y así quedó la cosa.

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