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Margarita se muestra complaciente ante la gran motivación de uno de los hijos del Downtown que soportó la primera bofetada de realidad, otorgándole silencio y espacio para decir lo que necesitase, respondiéndole entre cortas palabras. Divagaciones y palabras de una mujer adulta, muchas cosas que aún no entendía. Tomó una postura más condescendiente, recurriendo igualmente al silencio para pretender que entendía su cháchara a través de los modales. 
-Debe haber vivido una vida con mucha acción, sin lugar a dudas...- afirmó su voz interna dejando cosas a la imaginación.- Teatral, teatral. Digno y emocionante.- Seikichi asentaba con la cabeza reconociendo el interesante trasfondo que imaginaba sobre la juventud de Margarita y aparentando más hacerlo por darle la razón en silencio.

Recibe una respuesta muy superficial a su pregunta. El chico la considera un poco condescendiente y nota que algo se guarda, sin embargo, su imaginación no daba lugar a muchas más maquinaciones. "¿Qué tan útil podía esa información a fin de cuentas?" reflexionó. Lo que pudiese hacer en comparación a lo que supiese era poco, y, concluyó en que sólo fue "morbo". Junto con esa respuesta, se retiró con unas exóticas palabras. Seikichi se deleitó en su paso y sus movimientos mientras recordaba y repetía en voz baja la única frase que conocía de ese idioma, que había leído en una antigüedad de la tienda de Citan: "no me apague Modoro". Terminó su desayuno y decidió permanecer en su asiento por un rato, para simplemente, respirar el aire del lugar y sentirse a gusto donde quería estar. Musitó las palabras "volveré" antes de retirarse.

...

Un protocolo común en su hogar taller es que al llegar, Seikichi debe permanecer en silencio y evitar el contacto visual para no involucrarse de más en los asuntos de una clientela dudosa, los gajes de la benevolencia en tierras conflictivas. Intenta dirigirse directamente a su habitación, escondiendo su rostro con su gorra, pero una voz de tono femenino arrebata un vistazo, mirando al autómata a los ojos. Se relajó, pues no parecía tan malo. El incienso, el quejumbroso olor a "vejez" del lugar eran tan acogedores como siempre: la silenciosa maravilla de tener un hogar.

Es cierto que detestaba ensuciarse las manos en el taller, lo consideraba una práctica callejera y bajomundera, pero ver trabajar a Citan resultaba placentero; su capacidad de detección, resolución y entendimiento eran un espectáculo. Su nexo entre lo laborioso y lo capaz eran materia de admiración. El chico permanece a su lado, observando atentamente cual asistente como el ingeniero emite sus diagnósticos con presteza luego de repararlos. La autómata se retira, frunciendo Seikichi el ceño un poco celoso. -Jum... De todas formas, reales son mejores.

-Sí... Ha estado bien -respondió discreto mientras se daba una vuelta por las chucherías de su tienda. -Hay pocos lugares bellos en este nido de muerte.

Seikichi notó cierta discordancia en sus palabras, por lo que apresuró un cambio de tema. -¿Por qué no iría a gustarle? Bueno, este sujeto es extraño de todas formas, Margarita es genial...-pensó inocentemente el jovencito, diluido por sus ambiciones de lujo y riqueza que encontraba proyectadas en Margarita. No le dio mucha profundidad al tema

-No debí haberme quedado más tiempo -dijo estirando sus brazos. -Quisiera haber participado en esta ocasión... menuda lástima. ¿A qué línea pertenecía, de qué se trataba? ¿De dónde venía? -pregunta curioso, como si fuese un niño de 4 años en un centro comercial. En medio de su ráfaga verbal, tomó la hidráulica fallida. El encuentro con Margarita había picado en él el bicho de la ingeniería.

...

Los lujos se acabaron y las responsabilidades comenzaban. El gran ascenso del "jovencito presuntuoso", que se sentía como si estuviese escalando una gran montaña. Era evidente que estaba muy motivado, más allá de cuán dudoso fuese lo mucho que podría durar esta motivación fugaz. 

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