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Su hilo de pensamientos y recuerdos mezclados se cortó en el momento en el que el sonido de su plato vacío llegó a sus oídos luego de dejarlo en su debido lugar para ser lavado posteriormente, un depósito de cerámica en el cual otras personas como ella, depositaban su plato antes de dirigirse a una misión, a entrenar con un compañero o simplemente a tomarse un descanso en lo que llegaba su siguiente orden, cosa que para ella no había sido posible en el poco tiempo que llevaba ahí, puesto que no podía dormir sin antes caer rendida luego de entrenar sin parar bajo el brillo de las estrellas y la luna sobre sus hombros, todas las noches, en el patio común donde algunos le veían batir su espada contra algunos muñecos de madera, cargando una buena cantidad de kilos como si fuese su armadura de combate y con actividad física variada desde correr por largos períodos hasta asestar golpes a mano limpia contra sacos de arroz, rutina que llevaba poco más de un par de días. Hoy era hora de la verdad, un tarea que a simple vista carecía de dificultad más allá que investigar el origen de la contaminación sin necesidad de esfuerzo físico alguno, nada que Theresa Kathalinna de Lombart no pueda manejar con paciencia y entusiasmo, dando marcha luego de dejar su plato allí hacia su alcoba, caminando por los pocos concurridos pasillos a esta hora del día, llegando a el ya mucho más transitado corredor principal que se extendía por varios sectores del gremio, de piedra tallada y algo de cerámica blanca, que le condujo por el patio de práctica directo a los pasillos que llevan a su habitación donde toma un par de cosas, dejando otras como unos libros que llevaba encima y dirigiéndose directamente hacia la armería para conseguir su equipo pertinente para la labor que iba a desempeñar.
En los escasos días que llevaba había podido ser testigo de lo muy bella que era la decoración, junto a los materiales de cada pasillo y pared que le daban cierto aire de respeto, con bastantes tonos blancos entre los colores que saltaban a la vista, diversos elementos decorativos como escudos en la pared, con cuadros que inmortalizaban fieras luchas del pasado que detallaban los sucesos tan claros como el que aportó el conocimiento recordase lo que allí pasó, entre otras variedades de cosas, haciendo juego con la sensación de tranquilidad y preparación que aportaba el edificio en si con su arquitectura, bastante conservadora, pero funcional. Las personas aquí son en su mayoría luchadores de buen nivel provenientes de muy diversas partes del reino, de muchas clases distintas y con tiempo de servicio distintos, una ensalada de gente que era bastante amable la mayoría de las veces, molestando poco a aquellos que no sean colegas de mucho agrado o grandes amigos con los cuales conversar en las bancas de los pasillos por la tarde. Una impresión bastante agradable que se mantenía vigente al ver la fachada del gremio justo antes de que partan a su misión, luego de haber acorazado su cuerpo y tomado una espada con la cual defenderse.