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< Kaibil
> Salvador
"¿Qué ocurre"
Limpia su cuchillo con un pañuelo y lo guarda en su empuñadura. Retrocede para reunirse con Vicente, dando por hecho que Lucían ya está muerta. Más importante aun, la súbita noche y reanimación de la incertidumbre lo pone alerta sobre un posible nuevo enemigo.
"¿Una manada de chupaguebos, tal vez?"
Vicente: No lo creo.
El campeón del sumo recorre el ambiente con la mirada, busca el origen de los murmullos y los ojos.
Vicente: Puse los chiguires de mi esposa en sitios estratégicos para evitar que aparezcan. Mi frente palpita, significa que se trata de otra cosa, algo igual o más peligroso, un clavo muy muy gordo.
"Mantente alerta. Omar, trae más dinamita, por si acaso. Don, haz un recuento de los suministros. Daniel, ¿cómo va mi pan con jamón? ¿Le quitaste las pasas ya?"
Daniel el travieso: Esta en proceso, mi comandante.
"Excelente. Lo necesito para celebrar nuestra victoria"
El guatemalteco deja de centrarse en sus hombres y lleva la vista hacia Lucían cuando esta tose y se come un gato. La observa en silencio, sin musitar palabras, ni cuando esta se eleva en un metro sobre el suelo. Cuando Lucían se transforman en una aberración gigante de tentáculos que fascinarían a una japonesa, todo enmarcado por el paisaje de una luna roja, ahí si merita que Salvador rompa el cielo y comience a dar ordenes a diestra y siniestra.
"¡Retrocedan y reagrupense!"
De ese modo los kaibiles se preparan para encarar la batalla final.
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