>>/8920/
> Ehh... Anon... Trata de no adelantarte demasiado, o meter cosas extra a la escena, como lo del sujeto sacando a los presentes y ese tipo de cosas, ya que me choca un poco con lo que tengo en su momento, y a la larga, puede terminar entrando en conflicto con lo que tenga escrito o planteado desde antes
En realidad me refería a que los que ya terminaban, se iban por donde Jackson y él los despedía, no se suponía que el lugar estuviera vacío. De entre unos que se iban, no todos, debí especificarlo. Ya te sabrás quién es. Pero para el futuro, entendido.

> ¿Sócrates?

Se intentó esconder en uno de los casilleros que estaban  allí, pero eran muy pequeños, se puso algo nervioso a empezó a dudar en lo que hacía, volteó para todos lados buscando dónde esconderse. Pensó en ir detrás de la puerta, pero era estúpido, lo verían, nadie es tan distraído como para no darse cuenta. Se preocupó, ya sólo faltaban unos pasos para llegar a la puerta, tenía que hacer algo, rápido. Notó que habían unos cuantos botiquines en el lugar, empezó apilarlos hasta que tenía un escondite de lo más absurdo, pero el único que tenía. Se escondió, cerró los ojos como cuando un niño no quiere ser encontrado y esperó a ver si tenía suerte. Escuchó unos pasos en la puerta, esta se abrió. Entró una persona a la habitación, todo se quedó en silencio por unos segundos hasta que la persona habló.

—¿Literalemnte no tenías otro lugar donde esconderte?— su voz tenía un toque de sardónico con una pena ajena que se notaba. Sócrates abrió los ojos y vio la cara que había visto en el comedor hacía poco.
—Sin dudas no es de mis mejores escondites, pero algo es algo.
—Deja las estupideces. No puedo creer que te mandaran a morir aquí conmigo— en su voz se le notaba la desgana de esta situación.
—¿Acaso te crees muy importante para no morir junto conmigo? Date cuenta, moriremos, no importa si estamos juntos o no —Sócrates no aguantaba el desdén del idiota de Diógenes.
—Como sea ¿qué haces aquí? —lo levantó del suelo con una mano, notó que tenía unas pastillas en la mano— ¿qué intentabas tomar? —leyó las etiquetas, de todos los envases que se encontraban allí, lo dedujo rápidamente— No me digas que te vas a matar.
—Pues sí, moriré bajo mis términos.
—Sí, con un millón de pastillas en la garganta.
—Me iré como estrella de rock.
—Como drogadicto será.
—Fue lo que dije.
—Ya déjate de idioteces —le intentó quitar las píldoras pero Sócrates no se dejó. Empezaron a forcejear. Entre el forcejeo se le desabrochó el pantalón a Sócrates, pero no se cayó, este intentó volverlo abrochar pero en ese instante Diógenes le quitó las píldoras y las lanzó.
—Maldita sea, que me dejes quieto —Sócrates se abalanzó sobre Diógenes y logró que este cayera al suelo, lo arrinconó contra unos estantes y se alejó. —Lo lamento, no quise pegarte tan fuerte, es que no quiero morir allá afuera, ni por esas cosas ni por nadie, prefiero hacerlo tranquilo. Diógenes lo entendió, sabía que no era fácil para los dos estar en esa situación, ninguno lo quería y estaban allí por la fuerza. En eso, a Sócrates se le cayeron los pantalones.
—Lo entiendo, pero debemos... —Diógenes se intentó levantar quedando cerca de Sócrates cuando a este se le cayeron los pantalones y justo se abrió la puerta. Era el mismo hombre que había visto a Sócrates hablar solo en las cápsulas. Vio a sócrates con los pantalones a bajo y a Diógenes en esa posición, el hombre no dijo nada, dio una vuelta de 360º y se fue por donde vino. —Qué incómodo. Mira, esto es lo que tenemos que hacer —dijo alzándose y Sócrates subiendo sus pantalones—, tenemos que pasar inadvertidos, nadie debe saber quienes somos e realidad, debemos seguir el juego con las tarjetas de identificación y aparentar que sabemos lo que hacemos, nos reuniremos una vez cada tanto, tenemos que mantenernos alejados, cuando idee un plan para escapar, nos volveremos a reunir —acto seguido, se fue por la puerta dejando a Sócrates sólo.
—Mierda, lo que no quería, aventuras en el espacio.

(1/2)