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< Sonia: Martes 11 de enero, año 2590. 8:15 AM
La chica le dedica una mirada ausente y una sonrisa más recatada al profesor cuando le da su primera clase de economía y finanza.
— ¡Gracias! — exclama, estirando la mano para recibir el billete como si fuese un obsequio —. ¡Oooh! Es de esas cosas que mi papá no me deja tocar.
Da vueltas a la perica, examinándola por cada lado y en varios ángulos, subiéndola hacia el sol para verla a contra luz, oliéndola y hasta le acerca la oreja para cerciorarse de que no hable. Tan embelesada está con el proceso que no oye mucho de las consecuentes explicaciones del profe. Finalmente asiente con la cabeza para dar a entender que entndió sea ese el caso o no. Una vez terminado el encuentro, la mocosa va hacia los dormitorios.
> ¡Alto ahí, joven! ¿Qué cree que hace?
Pega un frenazo a la carrera cuando una voz se lo ordena. La oficial no es tan intimidante sin el arma o el disfraz de animal, pero su tono autoritativo es suficiente para mantener a la estudiante callada un tiempo.
> ¿qué es lo que busca a esta hora en el dormitorio cuando todas las chicas están justamente saliendo para estirar las piernas y respirar aire fresco antes de ir a enriquecer sus mentes?
Le toma un segundo registrar la pregunta y un segundo extra pensar que la primera palabra que se le ocurre quizás no sea la mejor, así que dice las siguientes tres palabras que se le venían a la cabeza.
— ...de gente rica — murmura como respuesta
La uniformada no la escucha o pretende no hacerlo, más ocupada revisando su reloj. Le dice la hora a la chiquilla, junto con un aviso de que fuese a clases porque ella no quería correr detrás de ella para arrastrarla a su salón, aunque su tono indicaba lo contrario y hasta ella se daba cuenta. Entonces fue que conectó los puntos de manera arbitraria, llegando a una conclusión: La oficial dijo que todas las chicas están afuera estirando las piernas, pero ella también es una chica y está ahí dentro vigilando que nadie pase a los dormitorios, también parece algo molesta.
— Señorita — empezó a decir con cortesía, sus padres le enseñaron que debía hablarle así a las figuras de autoridad —. ¿Quieres jugar a las atrapadas? Yo corro y tú me atrapas.
La puberta toma las palabras de la vigilante como una invitación inocente y se aleja corriendo de los dormitorios, esperando que esta la persiga y así pueda estirar las piernas y respirar aire fresco como las demás chicas.