Un hombre yace solo en la oscuridad,
sobre una cama fría y desolada.
Su amada lo aleja, lo separa,
lo obliga a dormir en otra almohada.

Sabe que ella lo observa
desde la sombra de la noche,
mientras él se retuerce,
anhelando su toque.

Ella lo lleva al borde de la locura
con su cuerpo caliente y su mirada fría
lo provoca con cada palabra
y luego se aleja con apatía. 

Así que se acurruca en su cama,
con su cuerpo solitario y frío,
y sueña con el día
en que ella finalmente cederá.

Pero sabe en su alma
que ese día nunca llegará,
y que siempre estará condenado
a dormir solo, en camas separadas, una lujuria denegada.